Imitadores de oficio



Mil cosas pasaban por la mente de la desconcertada maestra. ¿Cómo así Pablo? Preguntaba la confundida maestra, mientras los demás chicos sin entender mucho, reían.

¿Cómo quien, quieren ser cuando mayores? Preguntó, la típica maestra de moño alto y ante ojos. ¡Bombero! Decía el niño de “pelos parados”, hijo del dueño de la fábrica de fuegos artificiales, y que todos llamaban “chispas” por razones un tanto obvias, ¡Doctora! Decía la niña de gran corazón, apacible voz y amable aspecto, ¡Policía! Decía, aquel niño de carácter fuerte y amante de la disciplina, pero que en el fondo es solo una versión más joven del jefe de la policía local, ósea su padre, ¡Luchador Profesional! Decía aquel que tenia malas relaciones con los libros, además de una silla reservada en la oficina del director, precisamente por “practicar luchas” con los demás, según él.

Pero, había un niño, un tanto raro decían, los pequeños acomplejados, de lentes feos, decían las niñas que soñaban con ser diseñadoras de modas, de voz aflautada, decía aquel futuro locutor, que con su voz imponente y su tamaño descomunal, para su edad, asustaba a más de uno. Ese niño había sido aquel que había sorprendido a la veterana maestra, aquella que en sus largos años de experiencia, que en verdad eran largos, creía ya nada podía sorprenderle.

Entonces, ¿Que quería ser pablo? ¿Qué era lo que desconcertaba a la maestra? ¡Como Jesús! Respondió pablo, ¿Jesús? ¿Cómo así pablo? Sí, yo quiero ser como Jesús, él sana como un doctor, nos cuida como un policía y nos enseña como un maestro.

El joven niño, con una corta pero, contundente respuesta había impactado a la maestra, y es que no sería nada fuera de lo común, sino fuera porque aquello que el sabio niño, le había respondido, es una verdad que la maestra conocía muy bien, pero que al crecer olvidó.

´´Dios habla en el lenguaje de los acontecimientos diarios pero, nosotros no lo sabemos escuchar´´.
                                                                                                                      Darío Silva Silva

Jesús, aquel carpintero de profesión, pero salvador por pasión, no le era una figura ajena a la maestra y esa era la razón, por la cual había quedado tan pensativa.

Sentada en una antigua mecedora, la veterana maestra empezó a recordar, recordó cuando aprendía, recordó cuando le enseñaban de ese tal Jesús, y recordó la frase que su madre, siempre le decía, “sé lo que quieras ser, pero antes se como Jesús”.

Pero ¿acaso era la maestra una persona mala? ¿Cuál era el problema? ¿Qué la había dejado tan pensativa?

Una simple razón, su pecado no era de esos pecados ruidosos, y de cierta forma famosos, nunca había tocado un arma, nunca había tomado lo ajeno, aun las mentiras le eran materia desconocida.

Pero me olvide de ti, ¿Por qué me olvidé de ti? Esa era la pregunta de la maestra, luego de tantos y tantos años caminando en dirección contraria a Dios, tuvo Dios que hablar, no con voz imponente, o con grandes señales, solo con una voz dulce, tierna y un poco aflautada.

Entendemos que olvidar a nuestros padres terrenales, es algo malo, pero pretendemos relegar al celestial a los domingos, o solo a navidad, en algunos casos, olvidamos que más allá de todo lo que podamos y queramos hacer o ser, a fin de cuentas, lo mejor que podemos hacer es ser como Jesús, aquel que no midió su éxito, en bienes u oficio, sino en su comunión y relación con el padre, y en hacer la voluntad de este.

Entonces, más allá de lo que soy, sin dejar de ser lo que soy quiero ser como Jesús.
Andad como hijos de luz

Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. (Efe 5:1 RV 1960)

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